Masaje para un cabrón ~ Ana R. Cañil
«En estos
tiempos, lo verdadero y lo falso se desdibuja en nuestras mentes con gran
facilidad. Con lo de la corrupción y los millones en Suiza, las historias que
oímos todos los días de políticos y financieros, nada nos extraña. Damos por
posible todo lo que nos cuenten de estos personajes, como damos inevitable
también que nos tuerzan nuestras vidas con sus decisiones y su dinero, sin más.
No tenía más que mirarme a mí misma, quién había sido, quién terminé siendo y
quién era ahora, de nuevo gracias a cómo había administrado mi destino toda
esta ralea.»
Tras padecer
durante cinco años la agonía de su nueva situación, habiendo caído el marido en
la bebida y ella, soportando episodios esporádicos de violencia de género,
decide echar un órdago a la vida agarrándose al primer trabajo que la sale,
siendo este como limpiadora en el EuroMadrid Castle; un hotel de lujo cercano a
Plaza de Castilla, ubicado en uno de los cuatro rascacielos más altos de
España. El opulento entorno de su nueva situación laboral le hace plantearse
otros aspectos, antes ignorados, «Son bastante guarros aunque sean ricos. Se
puede saber casi todo de un hombre o de una mujer por los restos que dejan en
su dormitorio de hotel» / «Si la pobreza es limpia, huele a lejía, a jabón
Lagarto, a estropajo de esparto, que era a lo que olían los zaguanes en mi
pueblo cuando volvíamos en verano».
Al poco de
encontrar este trabajo, empieza a tener encuentros esporádicos con un amante,
estableciendo en el barrio de Lavapiés, su nidito de amor, recuperando así el
placer sexual y la alegría por vivir. El odio por su marido aumenta a diario,
responsabilizándole de todas sus desgracias, hasta que un día éste cruza cualquier umbral permitible y la relación se rompe definitivamente.
En su cabeza
se suceden los recuerdos de tiempos mejores, y decide tomarse la justicia por
su mano y acabar con todos aquellos que la han llevado a su actual situación.
En connivencia con dos de sus amigas y emulando a las Tofanas, se plantean
varios asesinatos, entre ellos el de su marido (el cabrón), administrándoles
digoxina, un medicamento que acelera el corazón y no deja rastro; ni rastro, ni
cargos de conciencia «¿Cómo crees que se han hecho las guerras?
Justificando todo con las buenas acciones, con los valores que se iban a
alcanzar». Tras una prueba de muestra con resultado positivo, y antes de
asesinar al siguiente en la lista, Tasia recibe una proposición de su jefe: «Me
abordó directamente. “Tasia, tú sabes qué es eso del final feliz. En todos los
países asiáticos forma parte del masaje a los clientes y es, sencillamente,
hacerles una paja estupenda, que además es muy saludable y agradecen con
excelentes propinas.”» / «Tranquila, mujer, no te descompongas.» «te
doblaría el sueldo y creo que debes verlo con la mirada de una profesional,
como los ginecólogos o las enfermeras se toman una exploración vaginal o un
tacto rectal.». A sus cuarenta y ocho años, y con necesidades económicas
los límites morales están difusos, y este plus laboral puede abrirle las
puertas para salir del atolladero y facilitar su deseo de ajusticiar a todos
los culpables de la crisis; «entre los cabrones entran los banqueros,
abogados, arquitectos, y políticos, albañiles y fontaneros».
Masaje para un
cabrón es una novela sobre la crisis actual que
azota el país con el beneplácito embaucador de todos los partidos
políticos; por sus páginas desfila la corrupción (Bárcenas, Pujol…),
las estafas de las Cajas de Ahorros (las Preferentes…), despidos laborales
(Coca-Cola…), desahucios judiciales y demás. Entre toda esa bruma
maloliente asistimos al renacimiento de Tasia, abandonando el estilo choni de
Fuenlabrada y recuperando el glamour que la hizo triunfar junto a Silda entre
la gente más chic. Enternecedora, irónica, a veces cómica, sus desgracias
alternan el humor negro y el drama, manteniendo siempre el cariño de fondo,
incluso en el odio latente hacia su marido donde quizá se mantengan imborrables
los recuerdos de aquel que fue. En su ascendente andadura deja al descubierto
muchas de las miserias de los ricos de siempre, así como de aquellos otros, los
neohorteras, don nadies en la mayoría de los casos, a quienes el
pelotazo inmobiliario ha situado en un nivel de vida para el que no están
culturalmente preparados y en el que a duras penas consiguen mimetizarse: les
encanta decir que van a correr «training o raning o similar lo llaman ellas,
con el coach (creo que se escribe así o así lo pronuncian, con una patata en la
boca».
Un relato de Ana
R. Cañil del que se pueden sacar muchas conclusiones y que a buen
seguro complacerá a aquel lector que busque en este libro pasar un buen rato, porque, literatura aparte, ¿a quién
le desagrada un masaje con final feliz?
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por participar.